19.11.13

EL TIEMPO TOPOLÓGICO

Agustín Fernández-Mallo




Transformaciones topológicas
TRADUCCIÓN-TOPOLOGÍA

Traer algo y dejarlo en otro receptáculo es darle una traducción y una nueva semántica que, lejos de tener que ver con el tiempo, multiplica el espacio a través de la transcodificación aplicada. Leemos bajo un código, y de pronto ese código cambia. Traducir es perder cierta información para generar otra. Algo se pierde en el camino para ganar otra cosa. Entiendo que esto es a lo que la matemática llama topología: “La disciplina que no estudia lo que miden los objetos o las distancias entre ellos, sino las trasformaciones continuas de los objetos, cómo un objeto puede ser deformado de manera continua hasta llegar a ser otro de apariencia totalmente distinta, aunque topológicamente sean la misma cosa”.

El ejemplo clásico es el de la rosquilla o donut que, tras deformarlo, se convierte en una taza con asa. Desde un punto de vista topológico, la taza con asa y el donuts  son el mismo objeto, ya que ambos tienen un solo agujero. No obstante, ha cambiado de apariencia, “uno se ha traducido en otro”, de alguna manera no son ya la misma cosa. Por ejemplo, topológicamente yo soy el mismo que cuando nací, mi cuerpo tiene los mismos agujeros, pero mi aspecto no es el mismo; por lo de pronto, cada 15 años todas las células del cuerpo –salvo cierta clase de células cerebrales y otras de los ojos–, se renuevan, mueren y son otras.

Todo esto está relacionado con mi literatura –incluido el género ensayístico–, que opera importando materiales ajenos para mezclarlos con los propios, deformar productos originales o de segunda generación, sacarlos de quicio, desviarlos y enchufarlos a otras corrientes, que no son casi nunca temporales sino espaciales en el sentido en que estamos usando la palabra espacio.

Vistos a posteriori, esas literaturas no cuenta historia alguna (tiempo), sino que construye una historia en relaciones espaciales.

En la modernidad, el horizonte utópico trataba de acoplar el hombre a la máquina –el sueño cyborg es principalmente moderno, y ya antes Newton hablaba del Mundo como una Máquina, sólo que acoplada a Dios en vez de al hombre–, y una máquina, principalmente, “cuenta una historia”, genera una historia, en tanto sus procesos básicos se relacionan con el tiempo o con la eficacia de sus piezas en virtud de su desarrollo temporal. En la posmodernidad tardía, el horizonte utópico es la Red, el ser humano desea estar fundido en una Red Global, y las redes no hablan de tiempo sino de topologías y de espacios.

TIEMPO TOPOLÓGICO-HIPPIES DIGITALES

Me remonto a la idea tiempo que me llegó a través de la obra y los textos de Robert Smithson, quien extrajo, a su vez, su idea de la temporalidad de los textos del antropólogo Lévi Strauss, El pensamiento salvaje (1961) y Mito y significado (1972).

El concepto de tiempo del que me valgo, aplicado a mis necesidades, es que no existe progreso, al menos en cierto sentido convencional de la palabra.

Solemos pensar que las personas, y por añadidura las civilizaciones anteriores a las nuestras, poseían un pensamiento menos avanzado y menos sofisticado que el actual; quizá no sea así, quizá el hombre primitivo era un artefacto tan inteligente y sofisticado como nosotros lo somos hoy. No en vano, cuanto más pasa el tiempo más entendemos aquel pasado. Tanto el paso del tiempo como nuestro desarrollo, nos acercan al hombre primitivo en vez de alejarnos de él, de manera que, en cierto plano, nuestro tiempo es su mismo tiempo. Si el hombre primitivo fuera menos sofisticado que nosotros, el paso del tiempo nos alejaría de él en vez de acercarnos. Y esto constituye para mí una de las ideas claves para visualizar y relacionar los materiales de que dispongo. Que nadie vea en esto una apología del primitivismo cultural común a los inicios del siglo XX, nada más lejos de mi realidad, sino mi idea de que el tiempo es algo que no avanza según una recta. En efecto, entiendo el tiempo como una superposición y entrelazamiento de capas de momentos históricos. O un globo que crece a medida que va conteniendo y actualizando en su superficie todo lo ocurrido hasta entonces. El tiempo de las obras no es un tiempo vectorial. Cada punto de la Historia es una superposición de toda la Historia. Me interesa, en particular, la idea del “tiempo topológico” apuntada por el californiano George Kubler en su libro Shape of time (1962) (La configuración del tiempo). Tiempo topológico que él distingue del tiempo biológico así como del cronológicamente vectorial o hegeliano.

Entiendo “tiempo topológico” como aquel que busca asociaciones entre objetos, ideas o entes que se dan simultáneamente, en un tiempo presente, cosas que forman un sistema, aunque algunos de esos objetos, ideas o entes que conforman ese sistema hayan sido originados hace siglos y otros hace apenas un minuto.

Las cosas se desarrollan por copias y réplicas ligeramente mutadas, y éstas cosas se conectan en lo que hoy llamamos redes. El ser humano es, tanto genética como antropológicamente hablando, una máquina de copiar introduciendo cambios, errores en la copia. El ojo, ante todo, copia. Un recién nacido, ante todo, copia. La computadora, ante todo, copia. Y tras esas copias vienen las mutaciones interesantes. También los objetos se desarrollan por errores, el error es una fuente de cambios interesantes, una red de errores puede dar origen a muchos aciertos.

El lugar en donde conviven hoy al mismo tiempo y conectados todos los objetos, ideas o entes, ya sean originales, copias o errores, antiguos o contemporáneos, es Internet, espacio físico y simbólico en el que el tiempo parece realmente la suma de todos los tiempos, todas las capas de tiempo. Es uno de los lugares donde se plasma el “tiempo topológico” al que me refería antes. No en vano, la pantalla se refresca a cada instante sin degradación ni pérdida de materia (salvo catástrofe del disco duro) para que podamos llegar a cualquier lugar del “tiempo topológico” a través de sucesivas capas de archivos “realmente existentes”.

Creo que Internet es una arqueología contemporánea. En mis obras percibo también esa característica. Interpreto la red Internet como un gran Contenedor de Tiempo en el que, paradójicamente, se ha borrado el tiempo.

Para mí, cualquier cosa que haya llegado desde tiempos remotos hasta nuestros días es tan contemporánea como lo es un objeto de última generación, ya que el tiempo topológico, el tiempo de las relaciones, las copias y las reinterpretaciones, todo lo actualiza, y ese tiempo es, para mí, la propia esencia de Internet y quizá casualmente, no lo sé, de mi literatura, aunque en mi literatura, como he dicho no tenga Internet una relevancia más especial que las vacas, los teléfono o los bolígrafos.

Otra manera de visualizar esta imagen sería la siguiente: Internet es un océano realmente de agua, al que vamos tirando cosas, algunas van al fondo, otras flotan y otras quedan suspendidas entre el fondo y la superficie; todas son llevadas por unas corrientes que no llegamos a controlar. Y que esos objetos estén en el fondo, en la superficie o en suspensión no depende de cuándo los hayamos tirado, ni depende de lo antiguos o contemporáneos que sean, sino de una característica de cada objeto que nada tiene que ver con el tiempo: su densidad. Si hacemos una foto de un instante de ese océano, lo que veríamos no sería el tiempo cronológico de lo que hemos tirado, sino una topología que relaciona objetos, un tiempo topológico. 

Así, estamos de momento en un tiempo privilegiado, podemos hacer lo que queramos en Internet y, si hay talento, hacerlo bien. Ése parece ser ahora el estado de nuestro contenedor de tiempo topológico y superpuesto llamado Internet. No existen objetos pasados ni futuros, todo se da al mismo tiempo. El Gran Archivo.

Como un paraíso en el que aún fuéramos hippies.

Es el claro ejemplo del viejo Fragmento 124 de Heráclito: “el mundo más bello es la basura esparcida al azar”. Lo que, de paso, nos vale para reforzar la idea de que lo antiguo y lo contemporáneo, no son lo mismo, pero se tocan. Ese estado, aparentemente perjudicial de desorden y gran cantidad de entropía, resulta altamente beneficioso: sabemos ya que todo Sistema Complejo, sistema que se desarrolla no como una organización sino como un organismo, está vivo porque en el desorden y en la entropía se encuentra una vía para, desde ahí mismo, generar organismos nuevos.

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